TEMA: Continuación CASO DE RETIRO INEFICAZ CON FUEROS ESPECIALES
PEDRO LEON TORRES BURBANO – Abogado Especializado en DERECHO
LABORAL y SEGURIDAD SOCIAL y en DERECHO ADMINISTRATIVO – experto en
cooperativismo y responsabilidad civil – en derecho de propiedad horizontal y
demás ramas del derecho
TEMA: Continuación CASO DE RETIRO INEFICAZ CON FUEROS
ESPECIALES
En anterior escrito se informo de los contratistas estatales que
son simplemente colaboradores episódicos y ocasionales de la Administración,
que vienen a brindarle apoyo o acompañamiento transitorio a la entidad
contratante, sin que pueda predicarse de su vinculación algún ánimo o vocación
de permanencia.
En el caso concreto señor alcalde permanecío mas de 19 años y
continuo vinculada por la INEFICACIA de mi RETIRO y va a completar 20 años de
permanencia y no se puede decir que es TEMPORAL sino definitiva la vinculación
laboral y jamás ese acompañamiento fue
transitorio a la entidad contratante. Tuvo la vinculación una vocación de
permanencia.
El solo hecho de permanecer vinculada con OPS mas de 19 años y continuo vinculada por la
INEFICACIA de mi RETIRO ya debe llevar a cualquier abogado asi no sea especializado en derecho laboral o
contratación publica a TOMAR la decisión de corregir ese grave error de la
administración y reconocer los derechos mínimos al trabajador
Esta PROBADO señor
alcalde que mi permanencia en el cargo jamas fue TEMPORAL sino definitiva
Por otro lado señor
alcalde, el objeto del contrato de prestación de servicios es bastante amplio.
Esto es así, toda vez que el Artículo 32 de la Ley 80 de 1993
no solo contempla varios tipos de contratos distintos, sino que, además,
dispone que cualquier contrato de prestación de servicios tiene por objeto
genérico «desarrollar actividades relacionadas con la administración o
funcionamiento de la entidad». No obstante, la celebración del contrato de
prestación de servicios debe formalizarse a través de las modalidades de la
contratación directa, pues así lo dispone el Artículo 2, numeral 4, literal h),
de la Ley 1150 de 2007, cuyo tenor literal es el siguiente: […]… Contratación
directa. La modalidad de selección de contratación directa, solamente procederá
en los siguientes casos: […]… h) Para la prestación de servicios profesionales
y de apoyo a la gestión, o para la ejecución de trabajos artísticos que sólo
puedan encomendarse a determinadas personas naturales. Favor remitir a mi
correo electrónico la INFORMACION acumulada y recolectada para cumplir con este
requisito en mi contratación.
Por lo tanto, la Administración Pública puede celebrar
contratos de prestación de servicios que comprendan, como objeto, atender
funciones ocasionales por el tiempo de ejecución de un trabajo o una obra
pública -como peritos, técnicos y obreros-; y, también, de manera excepcional y
temporal, cumplir funciones pertenecientes al objeto misional de la respectiva
entidad, siempre que no haya suficiente personal de planta o se requieran
conocimientos especializados. Favor REMITIR ese informe que soporta en el PRESUPUESTO
mi contratación y la indicación de los requisitos y los términos para
contratarme y permanecer duranta mas de 19 años continuos con OPS violando el
derecho constitucional, legal y supralegal como ampliamente se ha analizado en
este derecho de petición
Si bien el numeral tercero del Artículo 32 de la Ley 80
establece, de manera expresa, que los contratos de prestación de servicios no
son fuente de una relación laboral ni generan la obligación de reconocer y
pagar prestaciones sociales, la jurisprudencia
del CONSEJO DE ESTADO y de la Corte Constitucional, ha admitido que tal
disposición no es aplicable cuando se demuestran los elementos configurativos
de una relación laboral.
Esto es así, en virtud del mandato superior (Artículo 53) que
consagra la prevalencia de la realidad frente a las formas, caso en el cual
debe concluirse, que si bajo el ropaje externo de un contrato de prestación de
servicios se esconde una auténtica relación de trabajo, esta da lugar al
surgimiento del deber de retribución de las prestaciones sociales a cargo de la
Administración. No obstante, aun cuando se acrediten los mencionados elementos
del contrato de trabajo, lo que emerge entre el contratista y la entidad es una
relación laboral, gracias a la aplicación del principio de la primacía de la
realidad sobre las formalidades, por lo que, en ningún caso, será posible darle
la categoría de empleado público a quien prestó sus servicios sin que concurran
los elementos previstos en el Artículo 122 de la Carta Política.
Teniendo en cuenta lo anterior, se realizan las siguientes
manifestaciones, que habrán de servirle al juez contencioso-administrativo como
parámetros o indicios de la auténtica naturaleza que subyace a cada vinculación
contractual.
La Administración Pública debe dar aplicación a un plan en
cada uno de sus procesos de selección, en especial, en los que lleva a cabo de
forma directa. Así lo consideró el legislador al redactar el articulo 25 de la
Ley 80 de 1993, modificado por el Artículo 87 de la Ley 1474 de 2011, donde, en
este último, bajo la figura denominada «maduración de proyectos», dispuso la
exigencia de elaborar estudios, diseños y proyectos, y los pliegos de
condiciones, según corresponda, con anterioridad a la apertura de un proceso de
selección o a la firma de un contrato si la modalidad de contratación es la
directa. En la práctica, al conjunto de estas exigencias se le ha designado
«estudios previos».
El mencionado Artículo 87 de la Ley 1474 de 2011 resume los
estudios previos como el análisis de conveniencia o inconveniencia del objeto a
contratar, la tramitación de las autorizaciones y las aprobaciones necesarias
para la contratación o el desarrollo de los estudios, diseños y proyectos
requeridos para tal fin.
En el caso del contrato estatal de prestación de servicios
profesionales, el análisis del sector depende del objeto del contrato y de las
condiciones de idoneidad y/o experiencia que permiten contratar a la persona
natural o jurídica que está en condiciones de desarrollarlo. No obstante, al
ser un contrato temporal, el término por el cual se celebra debe estar
consignado en los estudios previos dentro del objeto contractual. Así lo
ha interpretado la Corte Constitucional, al precisar que el objeto del contrato
de prestación de servicios está conformado por «la realización temporal de
actividades inherentes al funcionamiento de la entidad respectiva, es decir,
relacionadas con el objeto y finalidad para la cual fue creada y organizada».
Con todo respeto solicito al alcalde el FAVOR de remitir a mi correo estos
requisitos previos para firmar mi contrato de OPS que ha permanecido vigente
durante mas de 19 años y que seguirá
vigente por la INEFICACIA de mi retiro hasta que se alcance la PENSION DE VEJEZ
o la de INVALIDEZ según determine la ARL mi PCL mediante dictamen
En este sentido, para poder determinar si los contratos de
prestación de servicios celebrados con un mismo contratista, de manera
continuada o sucesiva, guardan entre sí rasgos inequívocos de identidad,
similitud o equivalencia, que permitan concluir que todos ellos forman parte de
una misma cadena o tracto negocial de carácter continuado y permanente, que
desborda el «término estrictamente indispensable» del Artículo 32 de la
Ley 80 de 1993, los demandantes deberán demostrar, con fundamento en los
estudios previos y demás documentos precontractuales y contractuales, que el
objeto de dichos contratos, las necesidades que se querían satisfacer, las
condiciones pactadas al momento de su celebración y las circunstancias que
rodearon su ejecución, develan la subyacencia de una verdadera relación laboral
encubierta y el consiguiente desconocimiento de sus derechos laborales y
prestacionales, por haber fungido, en la práctica, no como simples
contratistas, autónomos e independientes, sino como verdaderos servidores en el
contexto de una relación laboral de raigambre funcionarial. En mi caso señor ALCALDE no se ha exibido esos
requisitos establecidos en la documentacion previa elaborada para firmar mi contrato
OPS y repetirlo por 19 años continuos como esta probado
Lo anterior, sin perjuicio de otras pruebas que contribuyan a
dar certeza sobre la auténtica naturaleza del vínculo laboral subyacente.
Sobre la SUBORDINACION PERMANENTE ha dicho el CONSEJO DE
ESTADO que de acuerdo con el Artículo 23 del Código Sustantivo del Trabajo, la
subordinación o dependencia del trabajador constituye el elemento determinante
que distingue la relación laboral de las demás prestaciones de servicios, pues
encierra la facultad del empleador para exigirle al empleado el cumplimiento de
órdenes, imponerle jornada y horario, modo o cantidad de trabajo, obedecer
protocolos de organización y someterlo a su poder disciplinario. No obstante,
la subordinación es un concepto abstracto que se manifiesta de forma distinta
según cuál sea la actividad y el modo de prestación del servicio.
La reiterada jurisprudencia que se consolida siempre ha
considerado, como indicios de la subordinación, ciertas circunstancias que
permiten determinar su existencia; entre estas, se destacan las
siguientes: i) El lugar de trabajo.
Considerado como el sitio o espacio físico facilitado por la entidad para que
el contratista lleve a cabo sus actividades. Sin embargo, ante el surgimiento
de una nueva realidad laboral, fruto de las innovaciones tecnológicas, se
estima necesario matizar esta circunstancia, por lo que el juzgador habrá de
valorarla, en cada caso concreto, atendiendo a las modalidades permitidas para
los empleados de planta.
ii) El horario de labores. Normalmente, el establecimiento o
imposición de una jornada de trabajo al contratista no implica, necesariamente,
que exista subordinación laboral y, por consiguiente, que la relación
contractual sea simulada. Así, ciertas actividades de la Administración
(servicios de urgencia en el sector salud o vigilancia, etc.) necesariamente
requieren la incorporación de jornadas laborales y de turnos para atenderlas.
Por ello, si bien la exigencia del cumplimiento estricto de un horario de trabajo
puede ser indicio de la existencia de una subordinación subyacente, tal
circunstancia deberá ser valorada en función del objeto contractual convenido.
iii) La dirección y control efectivo de las actividades a
ejecutar. Bien sea a través de la exigencia del cumplimiento de órdenes en
cualquier momento, en cuanto al modo, tiempo o cantidad de trabajo, o la
imposición de reglamentos internos, o el ejercicio del poder de disciplina o
del ius variandi, la dirección y control efectivo de las actividades del
contratista constituye uno de los aspectos más relevantes para identificar la
existencia o no del elemento de la subordinación. En ese sentido, lo que debe probar
el demandante es su inserción en el círculo rector, organizativo y
disciplinario de la entidad, de manera que demuestre que esta ejerció una
influencia decisiva sobre las condiciones en que llevó a cabo el cumplimiento
de su objeto contractual. Así, cualquier medio probatorio que exponga una
actividad de control, vigilancia, imposición o seguimiento por parte de la
entidad, que en sana crítica se aleje de un ejercicio normal de coordinación
con el contratista, habrá de ser valorado como un indicio claro de
subordinación. iv) Que las actividades o tareas a desarrollar correspondan a
las que tienen asignadas los servidores de planta, siempre y cuando se reúnan
los elementos configurativos de la relación laboral. El hecho de que el
servicio personal contratado consista en el cumplimiento de funciones o en la
realización de tareas idénticas, semejantes o equivalentes a las asignadas en
forma permanente a los funcionarios o empleados de planta de la entidad, puede
ser indicativo de la existencia de una relación laboral encubierta o
subyacente, siempre y cuando en la ejecución de esas labores confluyan todos
los elementos esenciales de la relación laboral a los que se refiere el
Artículo 23 del Código Sustantivo del Trabajo. En ese orden de ideas, incumbe
al actor demostrar, además de la prestación personal de sus servicios a cambio
de una remuneración, la existencia de unas condiciones de subordinación o
dependencia, en las que el representante de la entidad contratante o la persona
que él designe, ostentó la facultad de exigirle el cumplimiento de órdenes
perentorias y de obligatoria observancia. Por consiguiente, el interesado
deberá acreditar, además de la permanencia de sus servicios, que la labor
desarrollada se enmarca en el objeto misional de la entidad.
A este respecto, resulta preciso aclarar que el desempeño de
actividades o funciones propias de una carrera profesional liberal (como en
este caso la de abogado) no descarta, per se, la existencia de una relación
laboral, pues, en la práctica, tales actividades son requeridas frecuentemente
para satisfacer el objeto misional de la entidad. En cambio, la existencia del
contrato de prestación de servicios sí exige que las funciones del contratista
sean desarrolladas con un alto grado de autonomía, sin perjuicio de la
necesidad de coordinación con la entidad contratante que, en ningún caso, puede
servir de justificación para ejercer comportamientos propios de la
subordinación laboral.
Prestación personal del servicio. Como personal natural, la
labor encomendada al presunto contratista debe ser prestada de forma personal y
directamente por este; pues, gracias a sus capacidades o cualificaciones
profesionales, fue a él a quien se eligió y no a otro; por lo que, dadas las
condiciones para su ejecución, el contratista no pudo delegar el ejercicio de
sus actividades en terceras personas.
Remuneración por los servicios prestados, el presunto
contratista ha debido recibir una contraprestación económica, con independencia
de si la entidad contratante fue la que directamente la realizó. Lo importante
aquí es el carácter fijo o periódico de la remuneración del trabajo. En la
práctica, esta retribución recibe el nombre de honorarios, los cuales pueden
acreditarse a través de los recibos que, por dicho concepto, enseñen los montos
que correspondan a la prestación del servicio contratado.
Límite a la indebida celebración de contratos de prestación
de servicios. La preocupación del legislador por prevenir el empleo del
contrato de prestación de servicios, para disimular relaciones laborales, no es
nueva. Así lo demuestra el contenido del Artículo 2. del Decreto 2400 de 1968
«Por el cual se modifican las normas que regulan la administración del personal
civil (...)», el cual, respecto de la contratación por servicios, dispuso lo
siguiente: Para el ejercicio de funciones de carácter permanentes se crearán
los empleos correspondientes, y en ningún caso, podrán celebrarse contratos de
prestación de servicios para el desempeño de tales funciones.
En similares términos, el Decreto 1950 de 1973,39 en su
Artículo 7., incluyó la misma prohibición: «Salvo lo que dispone la ley para
los trabajadores oficiales, en ningún caso podrán celebrarse contratos de
prestación de servicios para el desempeño de funciones públicas de carácter
permanente, en cuyo caso se crearán los empleos correspondientes mediante el
procedimiento que se señala en el presente Decreto Nacional». Posteriormente,
al igual que en los citados Artículos 2. del Decreto 2400 de 1968 y 7. del
Decreto 1950 de 1973, además del 137 del Decreto 150 de 1976,40 el Artículo 32
de la Ley 80 de 1993 vino a limitar el uso del contrato de prestación de
servicios para casos y circunstancias específicas.
Por su parte, la
normativa disciplinaria establece como falta disciplinaria (gravísima) la
celebración de contratos de prestación de servicios «cuando el objeto sea el
cumplimiento de funciones públicas o administrativas que requieran dedicación
de tiempo completo e impliquen subordinación y ausencia de autonomía del
contratista». Favor valorar y calificar
y sancionar esta falta disciplinaria PUES haberme contratado con OPS durante 19
años ya es un comportamiento disciplinable y penal y se violo todos los derechos
del trabajador y se violo la constitución y la ley y deben ser sancionados los
responsables
Un supuesto que recoge el numeral 29 del Artículo 48 del
Código Disciplinario Único (Ley 734 de 2002), cuya finalidad es persuadir a la
Administración de abstenerse del abuso del contrato de prestación de servicios
y/o de exigir el cumplimiento de su objeto bajo condiciones que configuren un
contrato de trabajo. La misma previsión aparece en la Ley 1150 de 2007, en su
Artículo 2., numeral 4.°, literal h).
Adicionalmente, el
Artículo 82 del Decreto 2474 de 2008, modificado a su vez por el Decreto 4266
de 2010, exige que en los contratos de prestación de servicios profesionales y
de apoyo a la gestión, celebrados mediante la contratación directa, la persona
natural o jurídica esté en «capacidad de ejecutar el objeto del contrato y que
haya demostrado la idoneidad y experiencia directamente relacionada con el área
de que se trate».
En esa misma línea, el
Artículo 3.4.2.5.1 del Decreto 734 del 2012, reiterando el contenido del
Artículo 82 del Decreto 2474 de 2008, permite celebrar contratos de prestación
de servicios profesionales y de apoyo a la gestión con la misma limitación de
emplearlos para ejercer actividades permanentes. De igual modo, el Artículo 81
del Decreto 1510 de 2013 (con idéntico contenido que el Artículo 82 del Decreto
2474 de 2008) señala que los contratos de prestación de servicios profesionales
y de apoyo a la gestión o para la ejecución de trabajos artísticos, solo pueden
encomendarse a determinadas personas naturales. No obstante, el Artículo 73
ejusdem precisa que en la modalidad de contratación directa no es necesario el
acto administrativo de justificación (de la modalidad) cuando el contrato a
celebrar es de prestación de servicios profesionales y de apoyo a la gestión.
Por último, cabe mencionar que el contenido resaltado de los Artículos 81 y 73
del Decreto 1510 de 2013 se reproduce en los Artículos 2.2.1.2.1.4.9. y
2.2.1.2.1.4.1. del Decreto 1082 de 2015.
Actualmente, el ordenamiento está ad portas de la entrada en
vigor de la Ley 1952 de 201947 (Código General Disciplinario) que, al igual que
lo previera la anterior normativa, recoge en su Artículo 54, dentro de las
denominadas «faltas gravísimas», justo después de las «faltas relacionadas con
la libertad y otros derechos fundamentales» (Artículo 53), la celebración de
contratos de prestación de servicios «cuando el objeto sea el cumplimiento de
funciones públicas o administrativas que requieran dedicación de tiempo
completo e impliquen subordinación y ausencia de autonomía respecto del
contratista, salvo las excepciones legales».
En suma, el ordenamiento jurídico nacional proscribe la
simulación del contrato estatal de prestación de servicios para evadir el pago
de prestaciones sociales y otras garantías propias de la relación laboral
ocultada, en tanto dicha práctica no solo es contraria a la Constitución y a la
ley, sino que conduce, irremediablemente, a la precarización de las condiciones
socioeconómicas mínimas para la supervivencia digna de los trabajadores.
Por todo lo anterior, siendo consciente de la complejidad de
la Administración Pública y de sus necesidades, pero con el ánimo de reducir
las posibilidades de emplear el contrato de prestación de servicios para
ocultar el desarrollo de actividades misionales asignadas a cada ente, y la
consecuente declaración judicial de una relación laboral encubierta o
subyacente, esta Sala aprovecha la oportunidad para invitar a la Administración
a que acuda, de manera preferente, a la figura de los empleos temporales (Artículo
21 de la Ley 909 de 2004) y, de forma subsidiaria a la de los supernumerarios
(Artículo 83 del Decreto 1042 de 1978), comoquiera que se consideran los
instrumentos jurídicos que mejor articulan el desarrollo de las funciones
propias de las entidades y garantizan los derechos prestacionales para cada
sujeto vinculado.
El numeral 3. del Artículo 32 de la Ley 80 de 1993 trata sobre
la temporalidad como elemento del contrato estatal de prestación de servicios y
dice que mediante el contrato de prestación de servicios, el legislador
pretendió atender situaciones especiales o contingentes relacionadas con la
administración o funcionamiento de las entidades, por lo que estableció su
celebración por un periodo temporal. Así lo consagra el inciso segundo del
numeral 3 del Artículo 32 de la Ley 80 de 1993, que a letra transcrita, señala
lo siguiente: «En ningún caso estos contratos generan relación laboral ni
prestaciones sociales y se celebrarán por el término estrictamente indispensable».
En ese sentido, la temporalidad y excepcionalidad de la contratación son la
esencia de este tipo de contratos. Por consiguiente, con ellos no pueden
suplirse, de manera definitiva, las funciones permanentes o misionales de las
entidades, pues su ejercicio solo corresponde a vinculaciones legales y
reglamentarias. En mi caso la VINCULACION fue permanente y esta descartada
totalmente la temporalidad y debe por tanto aplicarse el PRINCIPIO de primacia
de la realidad sobre las formas y reconocerse la existencia del CONTRATO DE TRABAJO
y ordenarse el PAGO de salarios y prestaciones iguales con las consecuentes
sanciones, multas e intereses moratorios
Pero ¿qué debe entenderse por término estrictamente
indispensable? La Ley 80 no lo señala, ni tampoco da más elementos para conocer
el significado de esa expresión, con lo cual pareciera haberse dejado al
arbitrio de la Administración determinar cuándo un contrato de prestación de
servicios se ajusta a ese requisito y, consecuentemente, si lo que se pacta es
una vinculación para satisfacer una necesidad temporal (el fin de la norma) o
una contratación con ánimo laboral disimulada. El problema, entonces, radica en
que esta indefinición ha permitido a distintos órganos del Estado contratar,
indefinidamente, a personas naturales para cubrir funciones que claramente no
son transitorias, contingentes o eventuales, sino que forman parte de su giro
ordinario y necesariamente requieren ser atendidas por personal de planta.
Por lo anterior, con el propósito exclusivo, se itera, de
determinar el alcance del concepto «término estrictamente indispensable» al que
alude el mencionado numeral tercero del Artículo 32 de la Ley 80 de 1993, en
aplicación del principio de la primacía de la realidad sobre las formas
(articulo 53 CP) desarrollado por la Sección Segunda del Consejo de Estado
dentro de la teoría del «contrato realidad», establecerá, a partir de una
interpretación gramatical y teleológica de la norma, un significado concreto
con el fin de identificar el referente jurídico-conceptual que delimite la
duración del contrato estatal de prestación de servicios.
Interpretación gramatical. Conviene primariamente precisar,
de forma breve, el significado de las palabras «término», «estrictamente» e
«indispensable», en tanto componen la frase contenida en el numeral 3. del
Artículo 32 de la Ley 80 de 1993, y su análisis redundará en la interpretación
final que se haga del mencionado concepto. En cuanto a la primera, el
Diccionario de la Real Academia Española la define en sus primeras tres
acepciones como: «1. m. Último punto hasta donde llega o se extiende algo; 2.
m. Último momento de la duración o existencia de algo; y, 3. m. Límite o
extremo de algo inmaterial». Por lo tanto, no existe complejidad en entender
que el sentido del término al que hace referencia la norma es el relativo a «la
duración o existencia de algo», que en su particular caso comprende la duración
o existencia del contrato de prestación de servicios.
Ahora bien, el mismo Diccionario de la Real Academia define
la palabra estrictamente como: «1. adv. m. Precisamente, en todo rigor de
derecho». Y el vocablo indispensable, como: «1. adj. Que no se puede dispensar.
2. adj. Que es necesario o muy aconsejable que suceda». Como consecuencia de
definir lo indispensable, es preciso remitirse a lo necesario, por lo que el
mismo Diccionario define «necesario, ria. (Del lat. necessarĭus) como: 1. adj.
Que forzosa o inevitablemente ha de ser o suceder. 2. adj. Que se hace y ejecuta
obligado por otra cosa, como opuesto a voluntario y espontáneo. 3. adj. Que es
menester indispensablemente, o hace falta para un fin».
Así las cosas, con base en las anteriores definiciones de las
palabras claves del requisito temporal, que deben reunir los contratos de
prestación de servicios, cabe concluir que gramaticalmente por «estrictamente
indispensable» se entiende lo ajustado enteramente a la necesidad, esto es, lo
que forzosamente debe hacerse o realizarse, y que no se puede prescindir de
ello para alcanzar un fin determinado.
Interpretación teleológica. La teoría de los principios
jurídicos busca comprender y exaltar la diferencia significativa entre las
disposiciones normativas y los fines presentes en el ordenamiento jurídico, a
fin de superar la tradición formalista que elude el aporte de estos a los
objetivos propios de cada ordenamiento. En esa lógica, si se considera la
expresión «término estrictamente indispensable» como una disposición jurídica
abierta, también puede interpretarse a partir de los principios y fines de la
contratación estatal, pues estos constituyen las directrices hermenéuticas para
la interpretación de las normas contractuales. En consecuencia, la Sala acudirá
a «los principios de la contratación estatal», que recoge el Título II de la
Ley 80 de 1993, y, en particular, al principio de planeación, para definir el
sentido de la expresión señalada, dada su incidencia en la delimitación del
tiempo de ejecución del contrato de prestación de servicios.
En efecto, desarrollado doctrinal y jurisprudencialmente a
partir de los numerales 6, 7 y 12 del Artículo 25 y el numeral 3 del Artículo
26 de la Ley 80 de 1993, así como del Artículo 339 de la Constitución Política,
el principio de planeación exige de las entidades estatales un estudio juicioso
de esta índole, donde identifiquen sus necesidades y los medios para
satisfacerlas; o lo que es lo mismo, requiere del ente estatal un proceso
encaminado al conocimiento del mercado y de sus partícipes para utilizar sus
recursos de la manera más adecuada y resolver sus necesidades generando mayor
valor por dinero en cada una de sus adquisiciones.
De acuerdo con Suárez Beltrán: «La planeación es una
herramienta de gerencia pública en donde se le pide al funcionario realizar un
intercambio de información con el mercado para obtener como resultado un
contrato que contenga las condiciones previsibles y que este a su vez responda
a las condiciones del mercado». De ahí que esta corporación haya expresado que
el principio de planeación tiene como naturaleza «(«) asegurar que todo
proyecto esté precedido de los estudios de orden técnico, financiero y jurídico
requeridos para determinar su viabilidad económica y técnica y así poder
establecer la conveniencia o no del objeto por contratar («)»; en tanto que el
fin que busca afirmar «impone que la decisión de contratar obedezca a reales
necesidades de la comunidad, cuya solución ha sido estudiada, planeada y
presupuestada por el Estado con la debida antelación, con la única finalidad de
cumplir los cometidos estatales».
Tal es la importancia del deber de planeación, cuya omisión
puede conducir en ocasiones a la nulidad del contrato, pues «se estará en
presencia de un contrato con objeto ilícito porque se está contraviniendo las
normas imperativas que ordenan que los contratos estatales deben estar
debidamente planeados». En consecuencia, la negligencia, improvisación y la
falta de planeación de la Administración no puede ser excusa para desconocer
las obligaciones a su cargo; sobre todo cuando se presume que el contratista
asume de buena fe el contrato para ejecutar.
Por último, no puede olvidarse que el principio de planeacion
está relacionado directamente con el principio de legalidad, cuya observancia
en la formulacion de los documentos que conforman la etapa precontractual, en
cada proceso de seleccion publica, es manifestacion de una correcta y
trasparente planeacion. En este sentido, la exigencia de introducir un «término
estrictamente indispensable» para la ejecución del objeto convenido en la etapa
precontractual no es un requisito de forma; es un elemento esencial del
principio de planeación -y en consecuencia del de legalidad- en cuanto
determina la duración del negocio jurídico.
Unificación del sentido y alcance de la expresión «término
estrictamente indispensable» del numeral 3. del Artículo 32 de la Ley 80 de
1993
La autorización prevista en el numeral 3. del Artículo 32 de
la Ley 80 de 1993, para celebrar contratos de prestación de servicios cuando
las actividades relacionadas con la administración o funcionamiento de la
entidad no puedan realizarse con personal de planta o requieran conocimientos
especializados, es esencialmente temporal; por lo tanto, este tipo de
contratos, cuando se suscriben con personas naturales, no pueden concatenarse
indefinidamente en el tiempo.
Siguiendo esa lógica,
el «término estrictamente indispensable», al que alude la referida norma, tiene
lugar en la fase precontractual, pues es en esta donde la entidad contratante
aproxima, en función del objeto a contratar y de los recursos disponibles, el
tiempo máximo que estima «imprescindible» para su ejecución. En otras palabras,
la vigencia del contrato debe ser por el tiempo necesario para ejecutar el
objeto contractual convenido, y este debe estar sujeto al principio de
planeación, que encuentra su manifestación práctica «en la elaboración de los
estudios previos a la celebración del negocio jurídico, pues es allí donde
deberán quedar motivadas con suficiencia las razones que justifiquen que la
Administración recurra a un contrato de prestación de servicios».
No obstante lo anterior, en la práctica, durante el término
de ejecución de los contratos, suele ocurrir que se presentan ciertas
situaciones imprevistas que exijan su prórroga; por lo cual, en algunos casos,
el tiempo estimado, ab initio, como «el ajustado enteramente a la necesidad»,
puede resultar insuficiente. En cualquier caso, las mismas razones que en su
momento justificaron la planeación del contrato inicial y la suscripción de los
contratos modificatorios del plazo de ejecución, deben encontrar soporte en los
mencionados estudios previos.
En ese orden de ideas, la Sala unifica el sentido y alcance
del «término estrictamente indispensable» como aquel que aparece expresamente
estipulado en la minuta del contrato de prestación de servicios, que de acuerdo
con los razonamientos contenidos en los estudios previos, representa el lapso
durante el cual se espera que el contratista cumpla a cabalidad el objeto del
contrato y las obligaciones que de él se derivan, sin perjuicio de las
prórrogas excepcionales que puedan acordarse para garantizar su cumplimiento.
Para la Sala, la
anterior interpretación unifica el significado y alcance del «término
estrictamente indispensable» del numeral 3. del Artículo 32 de la Ley 80 de
1993, el cual se acompasa plenamente con la interdicción de prolongar
indefinidamente la ejecución de los contratos estatales de prestación de
servicios.
El término de interrupción de los contratos estatales de
prestación de servicios: la solución de continuidad - El segundo problema
jurídico que pretende resolver la presente sentencia de unificación es
establecer el término de solución de continuidad en aquellos contratos de
prestación de servicios que presentan interrupciones entre uno y otro.
Antes que nada, conviene precisar la noción de solución de
continuidad, en el entendido de que «solucion» es igual a interrupciyn. Es
decir, que cuando se habla de solucion de continuidad se debe entender
configurada la interrupcion del periodo de prestacion de servicios; mientras
que la no (sin) solucion de continuidad equivale a la existencia de una unidad
de vínculo contractual, cuando la relacion permanece ininterrumpidamente
causándose.
Ahora bien, en la actualidad, en la Sección Segunda del
Consejo de Estado, en los 26 tribunales y en los juzgados administrativos se
emplean diferentes criterios para computar la interrupción de los contratos
estatales de prestación de servicio, sin que exista consenso sobre el tiempo
que debe transcurrir entre uno y otro para determinar la solución de
continuidad o un fundamento normativo claro que la soporte. Tanta ha sido la
heterogeneidad de las decisiones, que en algunas providencias se han computado
plazos que van desde «un día», «15 días
hábiles»; y, unas menos, hasta más de un mes inclusive. De ahí la necesidad de
unificar la jurisprudencia de la Sección en torno a un término de referencia de
interrupción y a la definición del momento desde el cual debe iniciarse su
cómputo, con el objetivo de identificar si se produjo o no la ruptura de la
unidad contractual y, de concretarse esta, la consecuente prescripción de los
derechos reclamados.
Sobre el particular, desde ahora se anticipa que la Sala
acogerá un término de treinta (30) días hábiles como límite temporal para que
opere la solución de continuidad entre los contratos de prestación de
servicios. Un término que no debe entenderse como «una camisa de fuerza» que
impida tener en cuenta un mayor periodo de interrupción, sino como un marco de
referencia para la Administración, el contratista y el juez de la controversia,
de cara a determinar la no solución de continuidad; en especial para este
último, que en cada caso concreto habrá de sopesar los elementos de juicio que
obren dentro del plenario, cuando el tiempo entre cada contrato sea más extenso
del aquí indicado.
Para la Sala, la aplicación de este término se soporta en
varias razones de peso. En primer lugar, porque permite concluir que cuando se
interrumpe la prestación de un servicio por hasta treinta (30) días hábiles, el
vínculo laboral (en aquellos eventos donde previamente se haya acreditado la
relación laboral) sigue siendo el mismo, lo cual facilita establecer el cómputo
de la prescripción de los derechos reclamados. En segundo lugar, porque su
aplicación resulta idónea por la evolución que ha tenido la figura del
«contrato realidad» en la jurisprudencia de esta Sección, pues, como se
mencionó, el análisis de sus particularidades ha exigido la introducción de
distintos plazos para la configuración del fenómeno prescriptivo; siendo el que
aquí se acoge el que mayor garantía ofrece para los reclamantes y, en
consecuencia, el que mejor materializa el propósito perseguido por el
legislador, que definió a la efectividad de los derechos reconocidos en la
Constitución Política y en la ley como el objeto de la jurisdicción de lo
Contencioso-administrativo. Y, en tercer lugar, porque, en la práctica, treinta
(30) días hábiles es un periodo razonablemente suficiente para determinar si lo
que se pacta es un nuevo contrato, una adición o una prórroga de otro anterior,
puesto que en muchos casos en los que se ha encontrado que existe la relación
laboral encubierta o subyacente, se ha advertido que se presentan tales
interrupciones, superiores, incluso, a un mes.
De igual manera, para una mayor coherencia del sistema
jurídico nacional, y en virtud de los imperativos de adaptación a los cambios
sociales y económicos, esta Sala, acudiendo a un diálogo entre tribunales (o
diálogo judicial), resalta y acoge la jurisprudencia de la Corte Suprema de
Justicia sobre la noción de «interrupciones amplias, relevantes o de gran
envergadura», que en los asuntos de su competencia, ha aplicado para desvirtuar
las formalidades empleadas, en algunos casos, para simular la ruptura de la
unidad contractual; esto con el propósito de identificar con mayor certeza si
las suspensiones en los contratos de prestacion de servicios reflejan la
intencion real de las partes de detener la continuidad del vínculo laboral
subyacente.
En ese sentido, respecto de los interregnos «amplios o
relevantes» que deben presentarse «entre la celebración de uno y otro
contrato», para declarar la solución de continuidad, la Corte Suprema de
Justicia, en su respectiva jurisdicción ordinaria laboral, ha considerado, como
plazo de interrupción entre contratos, uno semejante al que aquí se formula.
Así, en los siguientes términos: En torno al desarrollo lineal y la unidad del
contrato de trabajo, resulta pertinente recordar que cuando entre la
celebración de uno y otro contrato median interrupciones breves, como podrían
ser aquellas inferiores a un mes, estas deben ser consideradas como aparentes o
meramente formales, sobre todo cuando en el expediente se advierte la intención
real de las partes de dar continuidad al vínculo laboral, como aquí acontece.
El mismo criterio lo empleó en la sentencia CSJ SL4816-2015,
donde señaló lo siguiente: (...) esta Sala de la Corte ha expresado que las
interrupciones que no sean amplias, relevantes o de gran envergadura, no
desvirtúan la unidad contractual, ello ha sido bajo otros supuestos, en los que
se ha estimado que «las interrupciones por 1, 2 o 3 días, e incluso la mayor de
apenas 6 días, no conducen a inferir una solución de continuidad del contrato
de trabajo real [...]» (CSJ SL, 15 feb. 2011, rad. 40273). Sin embargo, ese
análisis no puede hacerse extensivo a este caso en donde lo que está probado es
que la relacion tuvo rupturas por interregnos superiores a un mes, que, lejos
de ser aparentes o formales se aduce, son reales, en tanto que ponen en
evidencia que durante esos periodos no hubo una prestacion del servicio (...).
Como se observa, en la jurisdicción laboral ordinaria se
consideran las interrupciones de menos de «un mes», entre contratos sucesivos,
como no significativas a efectos de romper la continuidad o unidad del vínculo
laboral, por lo que este término resulta cuando menos orientador a efectos de
determinar la solución de continuidad en los procesos
contencioso-administrativos donde se demanda, precisamente, la declaración de
una relación laboral encubierta o subyacente.
Término de prescripción y momento a partir del cual se inicia.
En lo atinente a la prescripción de
derechos laborales en el orden administrativo, el Decreto 3135 de 1968 (que
previó la integración de la Seguridad Social entre el sector público y el
privado y reguló el régimen prestacional de los empleados públicos y los
trabajadores oficiales) estableció, en su Artículo 41, lo siguiente: Artículo
41.- Las acciones que emanen de los derechos consagrados en este Decreto
prescribirán en tres años, contados desde que la respectiva obligación se haya
hecho exigible.
El mencionado precepto fue posteriormente reglamentado por el
Decreto 1848 de 1969, que en su Artículo 102, precisó y reiteró el mismo lapso:
Artículo 102.- Prescripción de acciones. 1. Las acciones que emanan de los
derechos consagrados en el Decreto 3135 de 1968 y en este Decreto, prescriben
en tres (3) años, contados a partir de la fecha en que la respectiva obligación
se haya hecho exigible.
Ahora, si bien lo expuesto no deja de ser un conjunto
limitado de normas, ha tenido la virtualidad de generar un amplio debate al
interior de esta corporación, debido a las variadas interpretaciones a que
puede dar lugar. De hecho, a día de hoy, pueden identificarse cuatro momentos o
tesis en lo que concierne a la jurisprudencia del Consejo de Estado frente al
tema de la prescripción. Con todo, esta Sección unificó su criterio y, en la
actualidad, cualquier asunto que involucre periodos contractuales debe
analizarse siguiendo los parámetros que la Sentencia de Unificación del 25 de
agosto de 2016, [Expediente 0088-15, CESUJ2, C.P. Carmelo Perdomo Cuéter],
estableció a efectos de declarar probada la excepción de prescripción en los
contratos de prestación de servicios: en aquellos contratos de prestación de
servicios, pactados por un interregno determinado y que la ejecución entre uno
y otro tiene un lapso de interrupción, frente a cada uno de ellos habrá de
analizarse la prescripción a partir de sus fechas de finalización, puesto que
uno de los fundamentos de la existencia del contrato realidad es precisamente
la vocación de permanencia en el servicio.
En la misma providencia, más adelante se señaló lo siguiente:
[…] quien pretenda el reconocimiento de la relación laboral con el Estado y, en
consecuencia, el pago de las prestaciones derivadas de esta, en aplicación del
principio de la primacía de la realidad sobre las formalidades, deberá
reclamarlos dentro del término de tres años contados a partir de la terminación
de su vínculo contractual.
En suma, la tesis que actualmente impera en la Sección
Segunda, en materia de prescripción de derechos derivados del contrato realidad
(o relación laboral encubierta o subyacente), es que esta tiene ocurrencia,
exclusivamente, cuando no se presenta la reclamación del derecho, por parte del
contratista, dentro de los 3 años siguientes a la terminación del vínculo
develado como laboral.
Unificación del término de interrupción o solución de
continuidad
Como se indicó en el apartado anterior, aunque en la
actualidad la Sección Segunda aplica el criterio pacífico sobre el término y el
momento a partir del cual debe computarse la prescripción extintiva, la
existencia de vinculaciones contractuales consecutivas hace necesario el examen
de sus interrupciones, con el fin de establecer si se presentó o no la solución
de continuidad en la relación laboral declarada. En ese sentido, la Sala
considera adecuado establecer un periodo de treinta (30) días hábiles como
indicador temporal de la no solución de continuidad entre contratos sucesivos
de prestación de servicios, sin que este, se itera, constituya una «camisa de
fuerza» para el juez contencioso que, en cada caso y de acuerdo con los
elementos de juicio que obren dentro del plenario, habrá de determinar si se
presentó o no la rotura del vínculo que se reputa laboral.
Adicionalmente, como
complemento de la anterior regla, deberán atenderse las siguientes
recomendaciones: Primera: cuando las
entidades estatales a las que se refiere el Artículo 2 de la Ley 80 de 1993
celebren contratos de prestación de servicios en forma sucesiva con una misma
persona natural, en los que concurran todos los elementos constitutivos de una
auténtica relación laboral, se entenderá que no hay solución de continuidad
entre el contrato anterior y el sucedáneo, si entre la terminación de aquél y
la fecha en que inicie la ejecución del otro, no han transcurrido más de
treinta (30) días hábiles, siempre y cuando se constate que los objetos
contractuales y las obligaciones emanadas de ellos son iguales o similares y
apuntan a la satisfacción de las mismas necesidades.
Segunda: en cualquier caso, de establecerse la no solución de
continuidad, los efectos jurídicos de dicha declaración serán solamente los de
concluir que, a pesar de haberse presentado interrupciones entre uno y otro
contrato, no se configura la prescripción de los derechos que pudiesen
derivarse de cada vínculo contractual. En el evento contrario, el juez deberá
definir si ha operado o no tal fenómeno extintivo respecto de algunos de los
contratos sucesivos celebrados, situación en la cual no procederá el
reconocimiento de los derechos salariales o prestacionales que de aquellos
hubiesen podido generarse.
Tercera cuestión: devolución de mayores aportes a la
Seguridad Social en salud efectuados por el contratista, que demostró la
existencia de la relación laboral estatal
Finalmente, el tercer
problema jurídico que se resuelve con la presente sentencia de unificación es
el atinente a la posibilidad de devolver los aportes a salud, en el porcentaje
que el contratista no hubiese estado obligado a realizar.
Sistema integral de la Seguridad Social y sistema general de
salud
De acuerdo con el preámbulo de la Ley 100 de 1993, el sistema
de la Seguridad Social integral es el conjunto de instituciones, normas y
procedimientos, de que dispone la persona y la comunidad para gozar de calidad
de vida, mediante el cumplimiento progresivo de los planes y programas que el
Estado y la sociedad desarrollen para proporcionar la cobertura integral de las
contingencias, especialmente las que menoscaban la salud y la capacidad
económica de los habitantes del territorio nacional, con el fin de lograr el
bienestar individual y la integración de la comunidad.
Dentro del sistema integral, el sistema general de salud está
dirigido a la regulación de la sanidad general en la Nación, por lo que desde
este debe organizarse y ponerse en funcionamiento el servicio público esencial
de salud y el conjunto de actividades indispensables para su ejercicio. Como
características o elementos de este sistema, destacan las siguientes: a)
dirección, regulación y control del Gobierno nacional; b) obligatoriedad de
afiliación, previo pago de la cotización reglamentaria; c) afiliación a cargo
de las promotoras de salud; y, d) libertad de elección de los afiliados a la
entidad promotora de salud.
A partir de dichos elementos, la obligatoriedad de la
afiliación al régimen general de salud cobra un papel relevante en relación con
los aportes a salud del contratista, pues si este demuestra, bajo el principio
constitucional de la primacía de la realidad sobre las formas, la verdadera
existencia de una relación laboral, «podrá hacerse acreedor de las prestaciones
sociales que en su calidad de contratista no le fueron reconocidas».Por lo
tanto, es preciso determinar, con la relación laboral revelada, el destino de
los aportes que aquellos realizaron al sistema de Seguridad Social en salud,
pues debe ofrecérseles una respuesta definitiva a esta pretensión.
Naturaleza jurídica de los recursos del sistema general de la
Seguridad Social en salud
En los Artículos 150 (numeral 12), 179 (numeral 3) y 338, la
Constitución Política de 1991 introdujo el concepto de la parafiscalidad. El
origen del término y su concepto puede ubicarse en la doctrina francesa, según
la cual las contribuciones parafiscales son «una institución intermedia entre
la tasa administrativa y el impuesto»; o lo que es lo mismo, exacciones
obligatorias, realizadas en beneficio de organismos públicos distintos de las
entidades territoriales, o de asociaciones de interés general, sobre usuarios o
aforados, por medio de los mismos organismos o de la Administración, pues al no
ser integradas al presupuesto general del Estado, se destinan a financiar
gastos de dichos organismos. Con todo, el término que habitualmente se emplea
para definir a la parafiscalidad, tanto en el ordenamiento jurídico como en la
doctrina, es el de «contribución especial».
En Colombia, esta
clasificación de contribución especial ha tenido la anuencia de la Corte
Constitucional desde su implementación en el ordenamiento. Al respecto, en
Sentencia C-040 de 1993, donde se declaró exequibles los Artículos 7 y 13 de la
Ley 40 de 1990, la Corte tuvo oportunidad de pronunciarse sobre las
contribuciones fiscales, las cuales, luego de un profuso análisis dogmático y
doctrinario, las definió de la siguiente manera: «(«) son fruto de la soberanía
fiscal del Estado, son obligatorias, no guardan relación directa ni inmediata
con el beneficio otorgado al contribuyente («) no generan una contraprestación
directa y equivalente por parte del Estado y («) no entran a engrosar el erario
público».
De igual modo, en la Sentencia C-308 de 1994, la Corte
sostuvo que «las contribuciones parafiscales son de la misma estirpe de los
impuestos o contribuciones fiscales, y su diferencia reside entonces en el
precondicionamiento de su destinación, en los beneficiarios potenciales y en la
determinación de los sujetos gravados». En la misma línea se pronunció en la Sentencia
C-821 de 2001, citada en la Sentencia C-1040 de 2003.
finalmente, por
albergar el fundamento de la interpretación que aquí se adopta, merece especial
consideración lo señalado por la misma Corte Constitucional en la Sentencia
C-895 de 2009, que frente a la protección constitucional de los recursos de
la Seguridad Social y la destinación específica de los aportes a salud y
pensión, expuso, de manera concreta, lo siguiente: Teniendo en cuenta este
mandato superior, la jurisprudencia ha reconocido de manera uniforme y pacífica
que los recursos que ingresan al Sistema de Seguridad Social, tanto en salud
como en pensiones, con independencia de la denominación que de ellos se haga
(cotizaciones, aportes, cuotas moderadoras, copagos, tarifas, deducibles,
bonificaciones, etc.), no pueden ser utilizados para propósitos distintos a los
relacionados con la seguridad social debido a su naturaleza parafiscal. Al
referirse al alcance del Artículo 48 de la Constitución en este aspecto, la
Corte ha explicado lo siguiente: “En relación con dicho precepto superior
[Artículo 48 CP] la Corte
Constitucional en numerosas decisiones de tutela ha estado llamada a examinar
el tratamiento que se debe dar a los recursos de la seguridad social que se
encuentren depositados en entidades financieras en liquidación para asegurar
precisamente el mandato de destinación y utilización exclusiva de los recursos
de las instituciones de seguridad social.
Al respecto la Corte ha hecho énfasis en i) la naturaleza
parafiscal de los recursos de la seguridad social tanto en materia de salud
como en pensiones ii) en el tratamiento particular que debe dársele a dichos
recursos en los procesos de liquidación de las entidades financieras y iii) en
la imposibilidad de asimilar el caso de los depósitos de recursos parafiscales
de la seguridad social en las entidades financieras con las indemnizaciones
debidas por concepto de contratos de reaseguro de las enfermedades de alto
costo”.
El Consejo de
Estado de manera reiterada ha precisado en efecto que los
recursos que ingresan al Sistema de Seguridad Social, tanto en Salud (C-577/97,
C-542/98, T-569/99, C1707/00) como en pensiones (C-179/97), llámense
cotizaciones, aportes, cuotas moderadoras, pagos compartidos, copagos, tarifas,
deducibles o bonificaciones, son en realidad contribuciones parafiscales de
destinación específica, en cuanto constituyen un gravamen, fruto de la
soberanía fiscal del Estado, que se cobra obligatoriamente a determinadas
personas para satisfacer sus necesidades de salud y pensiones y que, al no
comportar una contraprestación equivalente al monto de la tarifa fijada, se
destinan también a la financiación global bien del Sistema General de Seguridad
Social en Salud, bien del Sistema General de Seguridad Social en Pensiones
(C086/02, C-789/02).
En definitiva, es claro que las anteriores sentencias guardan
armonía con el Artículo 48 de la Carta, que consagra expresamente que «no se
podrán destinar ni utilizar los recursos
de las instituciones de la Seguridad Social para fines diferentes a ella», en
tanto han interpretado que los aportes de los afiliados al régimen de la
Seguridad Social en salud son contribuciones parafiscales y, por lo tanto, no
pueden ser utilizados con una finalidad distinta de la que establece el marco
funcional de las instituciones de la Seguridad Social.
Improcedencia de la devolución de los aportes efectuados en
exceso por el contratista al sistema de Seguridad Social en salud. En atención
a la naturaleza parafiscal de los recursos de la Seguridad Social, el parágrafo
del Artículo 182 de la Ley 100 de 1993 ordena a las empresas promotoras de
salud (EPS) manejar los recursos provenientes de las cotizaciones de los
afiliados «en cuentas independientes del resto de rentas y bienes de la
entidad». Esto, porque tales dineros únicamente pueden ser previstos y
empleados para garantizar la prestación de los servicios sanitarios en los dos
regímenes (subsidiado y contributivo), sin que quepa destinarlos para otros
presupuestos. Asimismo, estos recursos ostentan la condición de ingresos no
gravados fiscalmente, pues su naturaleza parafiscal (establecida en la Ley 100
de 1993, en desarrollo del Artículo 48 constitucional) prohíbe su destinación y
utilización para fines distintos a los consagrados en ella.
Las anteriores razones han conducido a esta Sección a
considerar improcedente la devolución de los aportes a salud realizados por el
contratista, a pesar de que se haya declarado a su favor la existencia de una
relación laboral encubierta o subyacente. Como se ha indicado, en función de su
naturaleza parafiscal, estos recursos son de obligatorio pago y recaudo para un
fin específico y, por tanto, independientemente de que se haya prestado o no el
servicio de salud, no constituyen un crédito a favor del interesado, pues su
finalidad era garantizar la prestación de los servicios sanitarios para los dos
regímenes que integran el sistema, «lo que excluye la posibilidad de
titularidad que sobre los mismos pretenda el actor ejercer».
Por consiguiente, dado que corresponde al contratista
sufragar dicha contribución, en tanto está obligado por la ley a efectuarla,89
no es procedente ordenar su devolución, aunque se haya declarado la existencia
de una relación laboral encubierta. Además, reembolsar estos aportes implicaría
contradecir al legislador, cuya voluntad, como se expuso, buscaba que su
recaudo fuera directamente a las administradoras de servicios de salud, por
tratarse, se itera, de contribuciones de pago obligatorio con una destinación
específica y con carácter parafiscal.
En ese orden de ideas, la Sala unifica su jurisprudencia en
el sentido de precisar que, frente al hecho consumado de la no afiliación a las
contingencias de salud y riesgos laborales por parte de la Administración, es
improcedente el reembolso de los aportes que el contratista hubiese realizado
de más, por constituir estos aportes obligatorios de naturaleza parafiscal.
Síntesis de las reglas
objeto de unificación
La primera regla define que el «término estrictamente
indispensable», al que alude el numeral 3. del Artículo 32 de la Ley 80 de
1993, es el señalado en los estudios previos y en el objeto del contrato, el
cual, de acuerdo con el principio de planeación, tiene que estar justificado en
la necesidad de la prestación del servicio a favor de la Administración, de
forma esencialmente temporal u ocasional y, de ninguna manera, con ánimo de
permanencia.
La segunda regla establece un periodo de treinta (30) días
hábiles, entre la finalización de un contrato y la ejecución del siguiente,
como término de la no solución de continuidad, el cual, en los casos que se
exceda, podrá flexibilizarse en atención a las especiales circunstancias que el
juez encuentre probadas dentro del plenario.
La tercera regla determina que frente a la no afiliación a
las contingencias de salud y riesgos laborales por parte de la Administración,
es improcedente el reembolso de los aportes que el contratista hubiese
realizado de más, por constituir estos aportes obligatorios de naturaleza
parafiscal.
Al evaluar el caso concreto el CONSEJO DE ESTADO hace primero
todo un análisis para unificar jurisprudencia y dice que la parte demandante
afirma que la sentencia acertó en considerar que había prestado sus servicios
bajo condiciones de subordinación y dependencia continuada; pero insiste en que
también debió reconocerle la existencia de la relación laboral entre el 29 de
diciembre de 2005 y el 2 de enero de 2012, y no de forma interrumpida, por los
supuestos interregnos entre contratos, por lo que solicita confirmar
parcialmente la decisión y reconocer los extremos temporales de la relación
laboral, como se pide en la demanda.
Por su parte, el órgano de control demandado reitera su falta
de legitimación en la causa por pasiva y la necesidad de vincular al municipio
de Medellín, motivo por el cual invoca los Artículos 168 de la Ley 136 de 1994
y 159 del Código de Procedimiento Administrativo y de lo Contencioso
Administrativo, argumentando la falta de capacidad de la Personería para
comparecer en juicio.
Asimismo, asegura que la demandante y el Instituto
Tecnológico Metropolitano suscribieron los contratos de prestación de servicios
en el marco de un convenio interadministrativo con el municipio, sin la
intervención de la Personería como parte contratante, por lo que lo procedente
es la vinculación del instituto para que responda solidariamente junto con la
Administración local. De igual manera, reitera la inexistencia de los elementos
de subordinación y dependencia con la demandante, pues alega que lo que realmente
existió fue una relación de coordinación de actividades entre contratante y
contratista.
En cuanto a la prestación personal del servicio, se mostró
inconforme por haberse admitido el carné de identificación de la Personería,
que utilizaba la demandante, como prueba para acreditar su condición de
empleada, pues, insiste, este únicamente se le expidió para que pudiera cumplir
con el objeto contractual convenido. Asimismo, respecto de la remuneración,
adujo que en el proceso solo se pudo demostrar que la actora había percibido
honorarios, y no salarios.
Por último, alegó que entre el 29 de diciembre de 2005 y el
11 de enero de 2009, cualquier derecho que se hubiese podido causar ya había
prescrito.
Hechos probados
(i) La señora Gloria
Luz Manco Quiroz trabajó como abogada al servicio de la Personería de Medellín
(Unidad Permanente para los Derechos Humanos) desde el día 29 de diciembre de
2005 hasta el 30 de noviembre de 2011.
(ii) Dentro de sus funciones ordinarias estaba
la de abogada asesora en atención al público, desempeñando, entre otras, las
siguientes actividades: atención prioritaria a víctimas desplazadas, proyección
de acciones de tutela para proteger los derechos de las víctimas del conflicto
y de la ciudadanía en general, elaborar recursos contra los actos
administrativos de Acción Social, atender acciones urgentes por problemáticas
de orden público en el municipio de Medellín, efectuar recorridos nocturnos en
zonas urbanas conflictivas, verificar situaciones de posibles vulneraciones de
derechos humanos en los centros de retención transitoria, acompañar a la
ciudadanía en situaciones de conflicto con las autoridades, verificar y
controlar las actividades electorales, y atender emergencias humanitarias.
(iii) Fue contratada a través del Instituto Tecnológico
Metropolitano (ITM), con el cual celebró múltiples y sucesivos contratos de
prestación de servicios profesionales, referenciados más adelante, y por los
cuales recibió una contraprestación económica periódica. No obstante, dicho
instituto es una entidad de servicios educativos, por lo que no tiene ninguna
relación con las actividades de la Personería de Medellín y actuó como
intermediario.
(iv) Ejerció sus
funciones en un horario fijado por la Personería de Medellín, dentro de los
tres turnos establecidos para garantizar la prestación del servicio durante las
24 horas del día, además de trabajar, según la necesidad, sábados, domingos y
festivos.
(v) Sus actividades
profesionales -algunas de alto riesgo-
eran de carácter permanente, propias de la Personería de Medellín, la cual le
proporcionó la infraestructura y el transporte para su cumplimiento.
(vi) Fue supervisada y
dirigida por el personero delegado a cargo, quien fungía como su jefe
inmediato, impartiéndole órdenes de forma habitual y autorizaba sus permisos;
además, aquel le exigía tener disponibilidad permanente.
(vii) El 7 de noviembre de 2012, la demandante solicitó de la
Personería de Medellín y del Instituto Tecnológico Metropolitano el
reconocimiento de la relación laboral y el pago de las prestaciones que se
derivaran de esta; sin embargo, primero el ITM, mediante respuesta de 9 de
noviembre de 2012; y luego, la Personería, a través del oficio
20130100893695OFE, de 18 de enero de 2013, le negaron la petición.
(viii) El 14 de
febrero de 2013, insistió ante ambas entidades con iguales solicitudes; pero
estas, mediante oficios de 25 de febrero y de 5 de marzo de 2013,
respectivamente, respondieron de nuevo de forma negativa.
Cuestión previa. De la
legitimación en la causa por pasiva de la Personería de Medellín -municipio de
Medellín y del Instituto Tecnológico Metropolitano
Antes de entrar a resolver los motivos de inconformidad del
presente recurso de apelación, los cuales, como se ha venido indicando,
precisan de la unificación de jurisprudencia sobre distintos aspectos del
contrato de prestación de servicios, la Sala abordará el tema de la
legitimación en la causa por pasiva de la demandada, reiterado por ese
organismo en la alzada, no sin antes aclarar que el punto de la vinculación del
ente territorial ya fue objeto de análisis en la Audiencia Inicial y, por
tanto, al no haberse presentado ningún tipo de recurso sobre el particular,
quedó ejecutoriado, de conformidad con el Artículo 302 del Código General del
Proceso. Asimismo, la Sala dará respuesta a la Personería en lo relacionado con
la vinculación del Instituto Tecnológico Metropolitano, el cual fue apartado
del proceso por el a quo, al considerar probada la excepción de falta de
legitimación en la causa por pasiva, presentada por ese mismo centro educativo.
De la representación judicial del municipio de Medellín
La legitimacion en la causa por pasiva, en el proceso
contencioso-administrativo, necesariamente debe entenderse a la luz del
concepto de capacidad para ser parte. En otros términos, la falta de legitimacion
por pasiva solo puede predicarse de las personas que tienen capacidad para ser
parte en el proceso, pero no de los organos o de los representantes de estos
que acuden al proceso en nombre de la persona jurídica de derecho publico.
En esa logica, la categoría que subyace al concepto de
capacidad para ser parte es la de la personalidad jurídica o de una habilitacion
legal expresa, por cuanto a partir de ella se erige la capacidad como uno de
sus atributos principales; por lo tanto, en principio, son las personas las
unicas que pueden ser parte del proceso. De esta manera, en el caso del proceso
contencioso-administrativo, se pueden constituir como partes las personas
jurídicas de derecho publico, pues su capacidad para ser parte del proceso
proviene de su personería jurídica; por el contrario, las entidades u organos
que carecen de tal atributo no pueden ser parte procesal, salvo que exista una
ley que autorice de manera expresa su habilitacion procesal (v.gr. entidades señaladas
en el Artículo 2 de la Ley 80 de 1993). Sobre el particular, la doctrina
sostiene lo siguiente: La capacidad para ser parte va unida a la condición de
persona. Toda persona tiene capacidad jurídica y, por tanto, para ser parte.
(...) Todo hombre, por el hecho de serlo, es persona. La capacidad para ser
parte acompaña al hombre desde su nacimiento hasta su muerte.
Las personas jurídicas -públicas y privadas- desde el momento
que adquieren tal carácter tienen capacidad para ser parte. La condición de
parte se atribuye a la persona, no a sus órganos. De aquí que es impropio, al
referirse a la administración pública, decir que es parte ‘la autoridad’ que
dicto el acto. Sera parte la persona jurídica publica - Estado, Provincia,
Municipio, entidad institucional - a que pertenece el órgano de que proviene el
acto que dio lugar al proceso. Otra cosa será el órgano al que se otorga
competencia para intervenir en el proceso a nombre de la entidad pública que es
parte.
Así las cosas, es claro que en los casos en los que se
demanda, por ejemplo, a la Nación, pero esta no estuvo representada por el
órgano que profirió el acto o produjo el hecho, sino por otra entidad carente
de personería jurídica, no se está en presencia de falta de legitimación en la
causa, sino de un problema de representación judicial. En esa lógica, por el
contrario, se está ante un problema de falta de legitimación en la causa cuando
se demanda a una persona de derecho público en particular, verbigracia la
Nación, pero quien debió ser demandado era otra persona, entiéndase un
municipio, un departamento u otra entidad pública con personería jurídica.
Mutatis mutandi, cuando se demanda al municipio de Medellín
por un acto administrativo proferido por la Personería de Medellín, y aquel
acude al proceso representado por un órgano distinto de la segunda, no se está
en presencia de un problema de falta de legitimación por pasiva, que
conllevaría a una sentencia que no resuelve sobre el fondo del asunto, sino
ante uno de representación judicial del municipio, que es la persona que forma
parte de la relación jurídico-procesal, debido al actuar de uno de sus órganos.
Y es importante delimitar estos campos porque las consecuencias son diferentes,
pues mientras que la falta de legitimación en la causa conduce, en la práctica,
a la negación de lo deprecado (en el entendido de que si no se encuentra
demostrada tal legitimación, el juez no puede acceder a las pretensiones de la
demanda), la indebida representación configura una nulidad saneable. En este
sentido, en el presente caso se reitera que el obligado a restablecer el
derecho es el municipio porque es la persona jurídica que tiene capacidad para
ser sujeto tanto de la relación jurídico-sustancial como de la
jurídico-procesal, cuestión diferente es quien lo representa, que es la materia
regulada por el Artículo 159 del CPACA.
ARTÍCULO 159. CAPACIDAD Y REPRESENTACIÓN. Las entidades
públicas, los particulares que cumplen funciones públicas y los demás sujetos
de derecho que de acuerdo con la ley tengan capacidad para comparecer al
proceso, podrán obrar como demandantes, demandados o intervinientes en los
procesos contencioso-administrativos, por medio de sus representantes,
debidamente acreditados. […]
Las entidades y órganos que conforman el sector central de
las administraciones del nivel territorial están representadas por el
respectivo gobernador o alcalde distrital o municipal. En los procesos
originados en la actividad de los órganos de control del nivel territorial, la
representación judicial corresponderá al respectivo personero o contralor.
En el caso de marras, la Personería de Medellín, a priori,
aunque goza de autonomía presupuestal, administrativa y contractual (Artículo
168 de la Ley 136 de 1994), ello, por sí solo, no le confiere la personalidad
jurídica, la cual debe estar determinada en forma expresa y clara en el
ordenamiento jurídico. No obstante, esto no es óbice para que pueda ejercer la
defensa de sus intereses en vía jurisdiccional; sin embargo, habrá de
demandarse a la persona jurídica de la cual forma parte, con determinación de
la entidad donde ocurrieron los hechos, v. gr. municipio de Medellín-Personería
Municipal, lo cual no significa que se está demandando a dos personas
jurídicas.
Volviendo al sub lite, en un primer momento la demanda fue
inadmitida por el tribunal, porque consideró necesario dirigirla no solo contra
la Personería Municipal de Medellín, sino también contra el municipio de
Medellín: «En ese orden, observa el Despacho que la parte actora designa como
entidad demandada a la Personería de Medellín, entidad sin personería jurídica
para comparecer al proceso, en consecuencia, se requiere a la parte accionante
a fin de que adecúe la demanda y el poder de conformidad con la consideración
que antecede». De este modo, una vez subsanado el requisito, el tribunal,
mediante auto de 14 de noviembre de 2013, dispuso la admisión de la demanda,
señalando, con claridad, que «la notificación personal de la demanda de que
trata el numeral 1. de esta providencia, en lo que refiere al municipio de
Medellín-Personería de Medellín, deberá surtirse al personero municipal de
Medellín, como representante de la entidad en la demanda de la referencia»
(Artículo 159 del CPACA).
Por consiguiente, la demanda fue notificada tanto al alcalde
del municipio de Medellín como al personero municipal de Medellín y, en
consecuencia, se constituyeron los presupuestos procesales que permitían
examinar la legalidad de los actos acusados, tal y como lo entendió el Tribunal
Administrativo de Antioquia en sede de Audiencia Inicial, llevada a cabo el día
4 de febrero de 2014, donde, en la etapa de saneamiento, el magistrado ponente
dejó constancia de que la parte demandada «no observó ninguna irregularidad,
que deba subsanarse o que genere nulidad y que por lo tanto afecten la validez
y eficacia del proceso». De este modo, estando de acuerdo las partes, dio paso
a la siguiente etapa «requisitos de procedibilidad», en la cual, también halló
cumplido el de conciliación prejudicial.
Más adelante, en la etapa de excepciones previas, el ponente
destacó que la Personería de Medellín había propuesto las de falta de
legitimación en la causa por pasiva, caducidad y no comprender la demanda a
todos los litisconsortes necesarios. Así, en cuanto a la excepción de falta de
legitimación en la causa por pasiva, consideró que esta tenía que ver con la
legitimación en la causa material, porque cuestionaba la responsabilidad o no
en los hechos que la demandante le atribuía, por lo que indicó que ese aspecto
debía ser resuelto en la sentencia, y no en la audiencia inicial, en tanto no
contaba con los elementos de prueba suficientes para decidirlo. Por su parte,
respecto de la excepción de no comprender la demanda a todos los litisconsortes
necesarios, sostuvo lo siguiente:
Señala la Personería de Medellín que debe ser llamado el
Municipio de Medellín, por cuanto fue la entidad del orden territorial la que
suscribió el Convenio Interadministrativo con el ITM. El Despacho no comparte
esta apreciación, por cuanto la demanda en efecto fue admitida contra el
Municipio de Medellín, y pese a que la Ley 1437 permitió que la representación
en los procesos originados en la actividad de los órganos de control puedan ser
representados por el personero o contralor, ello, de ninguna manera significa
que tengan personería jurídica. Así pues, es el municipio de Medellín quien se
encuentra vinculado.
De los hechos que se narran en la demanda, y en los que se
encuentran de acuerdo las partes, era que la demandante suscribió varios
contratos de prestación de servicios con el ITM, y que estos eran desempeñados
en la Personería de Medellín. Esta demandada además, claramente indica que hace
parte del Ministerio Público y que funciona de manera independiente al ente
territorial, aunado a que cuenta con autonomía administrativa y patrimonio
propio e inclusive con capacidad para comparecer al proceso.
Por lo anterior, no se declarará probada esta excepción
previa porque para el Despacho no se configura aquí el litisconsorcio
necesario, ya que no es indispensable la presencia del Municipio de Medellín
para que el proceso pueda desarrollarse.
Por lo anterior, no se encuentra probada la excepción
propuesta por la Personería de Medellín.
De las decisiones adoptadas se notifica en estrado a las
partes, concediéndoseles traslado a fin de que se pronuncien al respecto:
-PARTE DEMANDANTE. No tiene ninguna manifestación al
respecto.
-APODERADO DEL ITM: No tiene ninguna manifestación al
respecto.
-APODERADO DE LA PERSONERÍA DE MEDELLÍN. No tiene ninguna
manifestación al respecto.
Ministerio Público. Considera que el litigio está debidamente
integrado por las partes porque el Municipio de Medellín está presente en el
proceso.
Teniendo en cuenta que no se presenta algún desacuerdo con lo
decidido, continúa el Despacho con el desarrollo de la presente audiencia.
Posteriormente, en la sentencia, al abordar la excepción de
falta de legitimación en la causa por pasiva, propuesta por el apoderado de la
Personería de Medellín, el tribunal manifestó lo siguiente: Cuestión previa.
Vinculación del Municipio de Medellín
Dentro de la
oportunidad legal y en celebración de la audiencia inicial del presente
proceso, se señaló la pertinencia de la vinculación del Municipio de Medellín,
al tener en cuenta que el Artículo 159 de la Ley 1437 de 2011 dispone que «En
los procesos originados en la actividad de los órganos de control del nivel
territorial, la representación judicial corresponderá al respectivo personero o
contralor», ello únicamente se refiere a la representación y no implica que la
Personería de Medellín tenga personería jurídica, simplemente se refiere a su
representación, siendo demandado es el Municipio de Medellín.
A su vez, el Artículo 168 de la Ley 136 de 1994 establece que
las personerías municipales «cuentan con autonomía presupuestal y
administrativa». Sin embargo, no por eso son entes autónomos y con personería
jurídica, pues la Constitución Política ni la Ley les da dicho atributo. Así lo
ha clarificado la Sección Segunda del Consejo de Estado [«]
conclusión, la demanda fue admitida y se adelantó en contra
del municipio de Medellín, sin perjuicio de que la Ley 1437 de 2011, en su
Artículo 159 CPACA, al permitir que «en los procesos originados en la actividad
de los órganos de control del nivel territorial, la representación judicial
corresponda al respectivo personero o contralor», admita que estos últimos, en
el nivel territorial, tengan personería jurídica.
De la falta de legitimación en la causa por pasiva del ITM
Para el apoderado de la Personería de Medellín, la decisión
del a quo de desvincular del proceso al Instituto Tecnológico Metropolitano es
desacertada, puesto que la demandante y el mencionado instituto fueron las
partes que suscribieron los contratos de prestación de servicios en el marco de
un convenio interadministrativo con el municipio de Medellín, sin que en ellos
interviniera la Personería como parte contratante; por esta razón, solicita que
se vincule al instituto y, además, que de confirmarse la sentencia, se ordene
el pago correspondiente de forma solidaria con aquel, de conformidad con el
Artículo 35 del Código Sustantivo del Trabajo.
De acuerdo con lo anterior, el asunto a resolver, desde el
punto de vista estrictamente jurídico, es determinar cuándo se dan los
elementos de la figura de la intermediacion, dado que la parte apelante no está
de acuerdo con la desvinculación del Instituto Tecnológico Metropolitano de
Medellín, del cual exige su responsabilidad solidaria por haber sido la entidad
con la que la demandante suscribió los contratos de prestación de servicios.
Pues bien, la figura del simple intermediario está regulada
en el Artículo 35 del Código Sustantivo del Trabajo, cuyo tenor literal es el
siguiente: 1. Son simples intermediarios, las personas que contraten servicios
de otras para ejecutar trabajos en beneficio y por cuenta exclusiva de un
empleador. 2. Se consideran como simples intermediarios, aun cuando aparezcan
como empresarios independientes, las personas que agrupan o coordinan los
servicios de determinados trabajadores para la ejecución de trabajos en los
cuales utilicen locales, equipos, maquinarias, herramientas u otros elementos
de un empleador para el beneficio de éste y en actividades ordinarias
inherentes o conexas del mismo. 3. El que celebrare contrato de trabajo obrando
como simple intermediario debe declarar esa calidad y manifestar el nombre del
empleador. Si no lo hiciere así, responde solidariamente con el empleador de
las obligaciones respectivas.
Sobre el contenido del Artículo 35 del CST, la Corte Suprema
de Justicia, Sala de Casación Laboral, se ha pronunciado de la siguiente
manera: Como se ve de estos dos primeros incisos del Artículo trascrito, en el
derecho colombiano se prevén dos clases de intermediarios: a) Quienes se
limitan a reclutar trabajadores para que presten sus servicios subordinados a
determinado empleador. En este caso la función del simple intermediario, que no
ejerce subordinación alguna, cesa cuando se celebra el contrato de trabajo
entre el trabajador y el empleador.
b) Quienes agrupan o coordinan trabajadores para que presten
servicios a otro, quien ejercerá la subordinación, pero con posibilidad de
continuar actuando el intermediario durante el vínculo laboral que se traba
exclusivamente entre el empleador y el trabajador. En este evento el
intermediario puede coordinar trabajos, con apariencia de contratista
independiente, en las dependencias y medios de producción del verdadero
empresario, pero siempre que se trate de actividades propias o conexas al giro
ordinario de negocios del beneficiario. Esta segunda modalidad explica en mejor
forma que la Ley colombiana (Artículo 1o del decreto 2351 de 1965) considere al
intermediario «representante» del empleador.
La segunda hipótesis es la más próxima a la figura del
contratista independiente. Por regla general éste dispone de elementos propios
de trabajo y presta servicios o realiza obras para otro por su cuenta y riesgo,
a través de un contrato generalmente de obra con el beneficiario. Parte de esos
trabajos puede delegarlos en un subcontratista. Si la independencia y
características del contratista es real, las personas que vincula bajo su mando
están sujetas a un contrato de trabajo con él y no con el dueño de la obra o
beneficiario de los servicios, sin perjuicio de las reglas sobre
responsabilidad solidaria definidas en el Artículo 36 del CST y precisadas por
la jurisprudencia de esta Sala, especialmente en sentencias del 21 de mayo de
1999 (R. 11843) y 13 de mayo de 1997 (R. 9500). Empero, si a pesar de la
apariencia formal de un «contratista», quien ejerce la dirección de los
trabajadores es el propio empresario, directamente o a través de sus
trabajadores dependientes, será éste y no el simple testaferro el verdadero
patrono, y por tanto no puede eludir sus deberes laborales.
La misma Corte Suprema, en sentencia de 26 de septiembre
2018, sobre la figura del simple intermediario, sostuvo lo siguiente:
(…) son simples intermediarias las personas que contraten
servicios de otras para ejecutar trabajos en beneficio y por cuenta exclusiva
de un empleador.
Además, se consideran como tal, aun cuando aparezcan como
empresarias independientes, las personas que agrupan o coordinan los servicios
de determinados trabajadores para la ejecución de trabajos en los cuales
utilicen locales, equipos, maquinarias, herramientas u otros elementos de un
empleador para el beneficio de este y en actividades ordinarias inherentes o
conexas del mismo. Por su parte,
empleando un criterio análogo al de la Corte Suprema de Justicia, la Sección
Segunda de esta corporación, en un caso similar al presente, luego de analizar
el elemento de la remuneración cuando el pago lo realiza el contratante, pero
el beneficiario de los servicios no es él, sino un tercero ajeno a la relación
contractual, concluyó lo siguiente: (…) no es posible, por la formalidad del
contrato de prestación de servicios, desconocer el verdadero vínculo que
subyace y que genera una relación laboral, al verificarse que el pago se
realiza por un tercero aparentemente solo por la labor cumplida, pues
precisamente esta remuneración se deriva del trabajo realizado personalmente en
la entidad que efectivamente se benefició de la labor, así, concluye la Sala en
dicho pronunciamiento, que la contraprestación económica pagada por un tercero
a la labor que desempeñó un contratista, no impide que la entidad en la que se
ejecuta el servicio asuma la responsabilidad por la desfiguración del contrato
primigenio y, en tales condiciones, la entidad beneficiaria de la labor
desempeñada por el denominado contratista está en la obligación de reconocer
los derechos económicos laborales propios del contrato de trabajo.
En ese sentido, la existencia de un contrato de prestación de
servicios, en favor de un tercero ajeno a este contrato, no impide que,
encontrándose reunidos los requisitos de la relación laboral, se declare su
existencia, pues dicha decisión se ampara en el principio constitucional de la
primacía de la realidad sobre las formas, como una verdadera garantía de los
derechos de los trabajadores.
En el sub lite, como se verá más adelante, la prueba
recaudada es reveladora respecto de la realidad oculta tras los contratos de
prestación de servicios suscritos entre la señora Gloria Luz Manco Quiroz y el
Instituto Tecnológico Metropolitano, concluyéndose que la beneficiaria directa
de los servicios de la demandante era la Personería de Medellín y frente a ella
se materializaron las condiciones de subordinación típicas de una relación
laboral.
Sin embargo, si bien la entidad que fungió como contratante
fue el ITM, su rol frente a la demandante fue el de simple intermediario, sin
que tal condición pueda subsumirse dentro de la responsabilidad solidaria de
que trata el Artículo 35 del CST. A juicio de esta Sala, su actuación estuvo
cobijada por el principio de la buena fe, en tanto no pudo demostrarse que
mantuviera una relación de subordinación con la demandante; por lo tanto, no
entró en ningún momento en la relación que ahora se desvela como laboral, entre
la Personería de Medellín y la señora Manco Quiroz.
Adicionalmente, en casos como el presente, donde la figura
del empleador está representada por la Administración Pública, es cuando menos
justificable que el tercer inciso del Artículo 35 del CST no se aplique para el
intermediario, pues, a diferencia de los empleadores privados, la
Administración está regida por los principios de la función pública y, además,
tiene a su alcance una pluralidad de instrumentos jurídicos para vincular
personal de manera temporal. De ahí que deba exigírsele una mayor diligencia a
la hora de vincular al personal en sus entidades. En especial a los
contratistas por prestación de servicios, a quienes no puede, bajo ningún
pretexto, imponerles el mismo tratamiento laboral que a sus empleados. De
hacerlo, deberá estar dispuesta a asumir las consecuencias plenas de su
actuación, sin que medie una responsabilidad compartida o solidaria, como
pretende la demandada al amparo de la precitada norma del Código Sustantivo del
Trabajo.
En ese orden de ideas, si la Personería de Medellín sobrepasó
los límites de la relación contractual con la señora Gloria Luz Manco Quiroz,
al punto de constituir una auténtica relación laboral con ella, el Instituto
Tecnológico Metropolitano no puede verse afectado por esta actuación,
comoquiera que solo sirvió de enlace entre ese organismo, que se invistió de
empleador, y la contratista que tuvo que desarrollar sus actividades como si
fuese empleada suya.
Señor alcalde y demás convocvados
esta TOTALMENTE PROBADO que existio UN contrato de trabajo realidad pues se
PRESTO en forma personal y directa mi fuerza laboral o existió siempre la Prestación personal del
servicio
Ademas el proyecto de planeación asi debe probarlo y solicito
se aporte a esta peticion para que sirva como prueba
Esta probado señor ALCALDE y organismo de vigilancia y
control del trabajo digno que existio siempre subordinación o dependencia y siempre
se cumplieron horarios, ordenes y se cumplieron con los reglamentos de la alcaldía
durante los mas de 19 años de servicio permanente o constante
De igual manera esta probado que existio Prestación de
servicios en forma personal y directa por la suscrita y RECIBE siempre una
REMUNERACION que fue salario y durante mas de 19 años continuos
Es importante señor alcalde y demás convocados tener en
cuenta que al terminar la jornada se debia entregar informe final, sobre la jornada acorde
al cuadrante asignado y de acuerdo a los grupos atendidos.
Bajo estas circunstancias, esta probado que mediante órdenes
e instrucciones precisas, propias del rol de un empleador CUMPLI mis funciones
como instructora y apoyo al adulto mayor de la alcaldía y todas mis labores las
cumpli en los horarios preestablecidos por la secretaria, la subsecretaria o
quien coordina cada programa en la alcaldía que es personal de planta y recibi
la remuneacion respectiva como SALARIO pero sin prestaciones sociales.
Esta probado por tanto la existencia de una relación laboral
continuada
Señor LECTOR del BLOG de PEDRO LEON TORRES BURBANO si tiene
un caso suyo o de un familiar o amigo
similar al analizado, favor comunicarse desde cualquier parte del país al 3146826158
y le defendemos sus derechos
Recuerde que las OPS no EXISTEN si se prueba los elementos
del articulo 23 del C.S.T y puede consultar INSISTO llamando al celular
3146826158 desde cualquier parte del país y le reclamamos sus derechos
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PEDRO LEON TORRES BURBANO abogado especializado en derecho
laboral y litigante durante 25 años

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